jueves, 4 de marzo de 2010

Don Quijote ve por primera vez el mar.

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha


SEGUNDA PARTE


CAPITULO LXI


De lo que le sucedió a Don Quijote en la entrada de Barcelona, con otras cosas que tienen más de lo verdadero que de lo discreto



Volvióse Roque; quedóse Don Quijote esperando el día, así, a caballo, como estaba, y no tardó mucho cuando comenzó a descubrirse por los balcones del Oriente la faz de la blanca aurora, alegrando las yerbas y las flores, en lugar de alegrar el oído; aunque al mesmo instante alegraron también el oído el son de muchas chirimías y atabales, ruido de cascabeles, «¡trapa, trapa, aparta, aparta!» de corredores, que, al parecer, de la ciudad salían. Dio lugar la aurora al Sol, que, un rostro mayor que el de una rodela, por el más bajo horizonte poco a poco se iba levantando.

Tendieron Don Quijote y Sancho la vista por todas partes: vieron el mar, hasta entonces dellos no visto…



¿Qué es eso que ven mis ojos amigo Sancho? ¿Acaso cielo y tierra se han vuelto del revés? ¡Nunca cosa igual ha sido vista por mis ojos, tanta agua rodeada de tan poca arena!


Espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera es este cielo terrenal. Pienso que en toda la Mancha no cupiera semejante bañera de agua con sal.


Llámanlo Mar a este cielo navegable, a este ente perfecto, cúmulo de antónimos. Pues yo me pregunto: ¿existirá otro lugar do convivan calma y tempestad, quietud y movimiento, avance y retroceso? La compacta arena y la esponjosa espuma, la dura piedra y la blanda alga; el fin del mar es el principio del horizonte. ¡El mar es en sí antítesis pura!


Guerra y paz, juega a ser cárcel y libertad con los pobres marineros. Conceder y denegar, es su oficio repatriar a los hombres que en veleros ponen rumbo al Sol. ¿Será aquello el fin del mundo me pregunto yo?


Y ¿qué extraño hechizo dará movimiento a las olas? ¿Qué brujo hará que se atraigan y se repelan con sus asesinas las rocas? ¿Será todo esto obra de mi enemigo el sabio Frestón? No, ¡reniego de mis pensamientos! Es imposible que haya maldad alguna en esos suaves movimientos, aunque sí en la tempestad de la noche oscura.

¡Oh, me ahogo en las dudas! ¡Mi mente se queja de tanto pensar! ¡Oh, Reina Mar, lapislázuli navegable! ¿A qué se debe tu enarbolar cuan grímpola al aire?



¡Mira al frente amigo Sancho! ¡Algo nuevo divisé!

Allá por el horizonte veo galeras por doquier.

Vienen abatiendo tiendas y ondeando gallardertes;

sus flámulas traen presagios de belicosos jinetes.

Dentro suenan los clarines, trompetas y chirimías

que impregnan estos aires de alertantes melodías.


¿Oyes eso mi buen Sancho? La ciudad va a responder,

allá vienen sus jinetes con sus libreas de piel.


Los hombres de las galeras disparan artillería.

Respóndenles con trompetines, los de la caballería.

¡Resuenan en la mar los cañones de crujía

y aquí en Tierra firme el humo de artillería!


Siento dor por las sirenas que en la mar son retenidas

las despierte de su sueño el ruido de aquestas riñas.



En esto, llegaron corriendo, con grita, lililíes y algazara, los de las libreas adonde Don Quijote suspenso y atónito estaba, y uno dellos, que era el avisado de Roque, dijo en voz alta a Don Quijote:

- Bien sea venido a nuestra ciudad el espejo, el farol, la estrella y el norte de toda la caballería andante, donde más largamente se contiene. Bien sea venido, digo, el valeroso Don Quijote de la Mancha: no el falso, no el ficticio, no el apócrifo que en falsas historias estos días nos han mostrado, sino el verdadero, el legal y el fiel que nos describió Cide Hamete Benengeli, flor de los historiadores.




Miguel de Cervantes Saavedra
Lucía Paniagua González


Texto creado por petición de Margarita Ovalle